Limpia, fija y da esplendor

Transcurría el día 8 de septiembre de 1650 cuando nacía en Marcilla, Navarra, Juan Manuel Fernández Pacheco. Tras perder a sus padres con solo 3 años, fue educado por su tío Juan Francisco Pacheco, obispo de Cuenca, que le proporcionó los mejores maestros para despertar en él un enorme ansia de saber, aplicación al estudio y afición por adquirir libros.
En aquella época su dedicación a la lectura y la escritura se consideraban gustos raros. Mas, sin dejar de cultivar su entendimiento, a los 26 años ya era saludado por todos como uno de los hombres más instruidos de España. En este entorno, y con los títulos de marqués de Villena y duque de Escalona, en 1713 toma la iniciativa de fundar la Real Academia Española con la intención de “fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza”. Por ello, desde el inicio su lema fue “limpia, fija y da esplendor”. En 1780 se publica la primera edición del Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a tomo para su más fácil uso. La última edición del mismo, la vigesimoprimera, ofreció por primera vez en 1992 una versión en CD-ROM, y a partir de 2001 la posibilidad de ser consultado directamente en Internet. Cualquier diccionario, los manuales de estilo y redacción, los dos tomos de “El dardo en la palabra” de Fernando Lázaro Carreter o los acertados comentarios sobre el lenguaje de Amando de Miguel en Libertad Digital deberían ser importantes herramientas para todo periodista que se precie.


El 19 de agosto de 2011, un periódico publicado en Pamplona se hacía eco del fichaje de una jugadora de baloncesto por el primer equipo de la comunidad. El artículo detallaba fundamentalmente toda la trayectoria deportiva con el paso por todos los conjuntos en los que había prestado sus servicios. Sin embargo, por lo que relata el periodista, que no firma la crónica, los tres últimos años, enrolada en un bloque de Fuenterrabía, parece que se dedicó más a otros menesteres que a jugar a baloncesto ya que según el reportero “ha rallado a gran altura”. Por lo visto, la chica, en lugar de entrenar, utilizaba su tiempo en desmenuzar algo después de subir a altas cimas. Seguro que, ubicada en el País Vasco, trituraba queso de Idiazábal en las Peñas de Aya, muy cercanas a Hondarribia, o en el monte Atxuri, el más alto de Guipúzcoa y de Euskadi.


El informador, muy poco profesional, cometió unos cuantos de “delitos” al presentar la noticia. En primer lugar, no comprobó la calidad de las fuentes de su información. Después, ni se molestó en componer el texto, ya que lo copió literalmente, con la falta de ortografía incluida, de la página web del equipo que fichó a la jugadora. Y para acabar, tampoco dedicó unos minutos a repasar lo que iba a publicar.


No se puede escribir con un solo diccionario. Así que al cronista se le podrían aconsejar unos cuantos para que, a partir de ahora, realice su trabajo como es debido. Para comprender el significado de las palabras son apropiados el diccionario de Casares, algo desfasado, el María Moliner o el de Manuel Seco y colaboradores. Para consultar sinónimos el más recomendable es el de Fernando Corripio. Y por último, como diccionario etimológico debería utilizar el Corominas, el de Vicente García de Diego, o el Barcia todavía vigente con más de un siglo de antigüedad.