El señor de las manías


La semana pasada se me ocurrió hacer un alarde, e intenté superar un rato de tedio encendiendo la televisión...

Con el obligatorio zapping llegué a un encuentro de tenis, un deporte que parece copiado de lo que se hace en las playas de nuestro litoral. Había un terreno de juego con el suelo color arena, dos tíos en bañador y con camiseta para que no les pasara el sol jugando con sendas raquetas a enviar una bola amarilla al lado del contrario, una red les separa por si se ponían agresivos, y un vigilante de la playa con su altísima silla y cubierto con una sombrilla decidía cual de los dos contendientes había ganado cada tanto. Uno de los dos jugadores destacaba por su ordinariez, ya que a la poca gallardía que le otorgaba la equipación que portaba, que además debía ser muy incómoda, añadía una cinta roja rodeando su cabeza que todavía hacía más evidente la urgente necesidad de cambiar de asesor de imagen. En estas estaban, empeñados en pasar la bola por encima de la red, cuando al vigilante de la playa, que pudiera ser algo así como el juez árbitro, se le ocurrió sancionar con lo que los comentaristas del evento denominaron como un “warning”, que no es otra cosa que una “advertencia” pero en inglés que está más de moda que el castellano, al adefesio con la cinta roja. Y todo porque parece que el penado había sobrepasado unos segundos el tiempo del que dispone para poner la pelota en juego al iniciar un tanto tras acabar el anterior. Hecho unos zorros se encaró mirando al mediador en lo alto de su silla increpándole, ya que se creía en el derecho de disfrutar de unos beneficios que le permitieran retrasarse más de los 20 segundos reglamentarios para efectuar el correspondiente saque. Sin embargo, y sin que sirva de precedente, en esa ocasión tenía razón el arbitrante.

El personaje de la cinta roja manifiesta una serie de manías que ponen nervioso a cualquiera. Antes de cada partido no tiene otra ocurrencia mejor que comerse un helado de nueces. Siempre sale a la pista con una raqueta en la mano, en lugar de llevarla en una bolsa preparada al efecto como hacen todos los normales. Cada ocho juegos cambia de raqueta, y como en el tenis se pasa de un lado a otro de la pista en los descansos entre juegos impares, hay que esperarle. En esas pausas, en las legales, bebe de dos botellas que coloca obsesivamente en el suelo siempre en el mismo lugar. Para todo en la vida utiliza la mano derecha, menos para jugar a tenis que lo hace con la izquierda. También, suele acompañar a sus golpes en la pista con un sonido aterrador que bien podría asemejarse al de la matanza del cerdo.

Y, ¿con su servicio? Con pocos warnings o advertencias le castigan. He aquí el procedimiento sistemático que sigue para cada saque. 1) Pide una toalla a uno los exclavillos a los que llaman recogepelotas, se seca la cara y, por supuesto, se la devuelve sin dar las gracias. 2) Pide una pelota y se la mete al bolsillo de su pantaloneta. 3) Pide otras tres bolas, de las que desecha una y se mete otra al bolsillo. Ahora dispone de tres cuando para jugar cada tanto solo son necesarias dos. 4) Despeja de arena la línea de fondo arrastrando dos veces el pie derecho sobre ella. 5) Se limpia la suela de las zapatillas para sacudirse la tierra que se les queda pegada golpeándolas con la raqueta, primero la izquierda y después la derecha. 6) Sostiene la raqueta con la mano izquierda y comienza a botar una pelota. 7) Con la mano derecha se saca el calzoncillo en una acción que parece tocarse el culo, se toca el hombro izquierdo, se toca el hombro derecho estirando un poco la camiseta, se toca la nariz, se toca la oreja izquierda, se toca otra vez la nariz, se toca la oreja derecha, y como está muy sudado se limpia la mano con la que ha realizado todas estas operaciones en la pantaloneta. Mientras ha ocurrido todo esto ha dado 13 botes a la pelota. 8) Sigue botando la bola, ahora cogiéndola con la mano derecha, y son 9 botes más…

Y después de todo esto, todavía se mosquea porque le meten prisa. Resulta que en el partido en cuestión, en el último tanto que él tenía el servicio, empleó 10 segundos en secarse con la toalla y 29 más, hasta un total de 39, para golpear la pelota. ¡¡¡Doble de lo permitido!!! Pese a todo, la comentarista televisiva del encuentro, una histórica jugadora española de tenis, le justificaba indicando que el de la cinta roja tiene muchas “rutinas”. En mi casa se llaman tics o manías asquerosas.

Por cierto, ¿saben cómo se llama el tenista mal vestido con una cinta roja en el pelo que se protesta airadamente cuando le imponen un warning? Rafael Nadal.