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Miguel Guelbenzu
Pelotari de fuerza y raza
Con la creación en el año 1909 del frontón Euskal Jai en
nuestra ciudad, la afición pelotazale creció como la espuma, siendo así que el
cuadro de pelotaris aumentó considerablemente y el apoyo del público de igual
manera. Esta erección del euskal Jai, en detrimento del rochapeano frontón
Lapoya, trajo consigo un trasiego deportivo que traía en vilo y encandilaba a
la pequeña ciudad que amurallada y encorsetada no disponía de muchos más
recursos deportivos, con los incipientes campeonatos pedestres, los
txirrindularis y el nacimiento del “foot ball” en nuestros lares.
Estas afirmaciones sorprenderán sin duda, pero como estas opiniones que
son estudiadas, oídas y documentadas, ofrecen la garantía del pensamiento
general, he aquí que lo aseguramos sin ningún rodeo. Algo más difícil es formar
la semblanza pelotística de Guelbenzu, pues es el pelotari al que menos puede
comprendérsele su juego, no son “rachas” de habilidad y destreza las que de
cuando en cuando posee; el juego de Guelbenzu es siempre igual, ahora que tras
una inmejorable actuación, sigue una tarde gris. Guelbenzu, intentando jugar
siempre lo mismo, poniendo siempre voluntad e interés en el partido, no
consigue siempre colocarse y encentar igual.
Y a pesar de estas nubes en su cielo de triunfo, el bravo rochapeano ha
logrado subir a la cumbre, y con Bastarrica, Patricio y el desgraciado Azcoitia
forma el tute de “ases” de nuestro frontón.
En Guelbenzu todo es poder y voluntad, a fuerza de bíceps y de tesón,
acompañado de su afición, de esa afición firme y voluntariosa, que es su mejor
compañera; de su atlética complexión, que es su más fuerte apoyo, Guelbenzu
quiso ser pelotari contra viento y marea, y sus deseos fueron realidades
conforme a la ferrea voluntad que puso en conseguirlo.
Es Guelbenzu un zaguero fuerte e incansable, el pelotari educado y
prudente en la cancha, jamás una palabra descompuesta, ni un gesto
irreprochable, se nota en él, el hombre culto y trabajador que es pelotari por
convicciones, y que si acaso tiene algo de escabroso la profesión, sabe
despreciarlo, poniendo en los partidos todo su interés, y logrando el máximum
del placer que le produce el deporte sano y viril, el incomparable juego a
pelota; bello porque es noble, y simpático porque es vasco.
Muchos partidos, muchísimos, ha jugado el rochapeano, en condiciones
desventajosas para él, y en todas puso siempre a contribución todas sus
facultades, su inusitado afán por vencer, ha perdido muchos porque en el juego
a pelota, se gana o se pierde, así sin eufemismos, pero ha ganado muchos
también, en que debieron colocarle en el pedestal de oro de la fama.
Y Guelbenzu ha ganado los partidos por el poderoso impulso de su férreo
brazo, por su buena vista y no poca habilidad, unidas estas buenas cualidades a
una enorme dosis de buena voluntad, que al parecer es su característica, aunque
sufre con lamentable frecuencia algunos eclipses, que, a una con su poca
movilidad son sus principales enemigas.
El partido más duro que ha jugado Guelbenzu, en el que más desarrolló
su poder y su resistencia, fue sin duda el que en beneficio de la Asociación de
Prensa, acompañado de Patricio y contra Irigoyen hermanos, celebróse hace
meses.
Fue aquel partido en el que las facultades de los cuatro pelotaris
rayaron a gran altura. Los cuatro cubrían su puesto, y jugaban cuanto sabían;
el gran José, el león navarro, el inconmensurable mago del remonte jugaba con
fé y codicia como nunca y Bernardo, para el que ganar entonces significaba más
que el partido, ganar fama, se multiplicó y jugó admirablemente. Patricio
también, poniéndose a tono con sus compañeros lucía su vistoso juego, pero sin
que Guelbenzu ni él, a pesar de sus esfuerzos lograran alcanzar a la pareja de
Vera.
Guelbenzu se crecía cuanto mayor era la diferencia que los separaba en
el marcador, así los hermanos se apuntaron el ocho y cuarenta por seis y dos
quinces, los rochapeanos; pero Guelbenzu, sin amilanarse, arrollador y
poderoso, pegaba y sostenía cual un Hércules bravío; el cuarenta desapareció
del lado contrario, y con él vinieron el siete y el ocho sin que José ni
Bernardo pudieran rehacerse de aquella ofensiva.
La catástrofe fue ensordecedora, pero ante aquel maremágnum
incomprensible una ovación estruendosa premiaba la fuerte voluntad del héroe
aclamado por sus paisanos.
El fino “pamplonica” ama Pamplona y su frontón, no se presentaría ante
otro público con la confianza que se presenta ante los suyos, seguro, de que
sus paisanos le agradecen nos deleite con su presencia en la cancha y saben
perdonarle esas tardes grises que nadie podemos evitarnos.
Así es el bravo pelotari de Pamplona Miguel Guelbenzu”.
(FRONTIS)
Habremos de señalar, para finalizar, que su compañero
Patricio, con el que compartió innumerables tardes, también era rochapeano y un
afamado delantero eclipsado en estos tiempos por el popular Guelbenzu, en una
época en la que empezaba a despuntar –a sus 16 años- el que fuera gran maestro
Abrego.
Miguel Guelbenzu, un genuino representante de las
características físicas y deportivas que se “gastaban” en esta parte del río
Runa.
Ezcaba
Arrotxapeko Aldizkaria 226.zka 2015.eko Ekaina
Revista de la Rochapea Nº 226 Junio 2015
Páginas 24 y 25