Equipo Vitruvio

Transcurría el año 1452, en concreto el 15 de abril, cuando la localidad italiana de Anciano, a tres kilómetros de Vinci, veía nacer a Leonardo di Ser Piero. Conocido como Leonardo da Vinci, destacó como escultor, arquitecto, ingeniero, científico y, sobretodo como pintor.
Aproximadamente en 1490 realizó su famoso estudio de anatomía llamado “El Hombre de Vitruvio”, en el que muestra al hombre como centro del universo al inscribirlo en un círculo y un cuadrado. Sobre el papel Leonardo revela la perfección humana utilizando el número phi (ф), también denominado sección áurea o divina proporción. La razón, cuyo valor es 1’6180339… provee geometrías a muchos objetos naturales o artificiales: al ADN, a la caracola nautilus, la diagonal del pentágono regular, etc.


Aunque el famosísimo dibujo de Leonardo sirvió para ilustrar un libro llamado “La Divina Proporción” del matemático Luca Pacioli, casi con toda seguridad originalmente fue una ilustración para el tratado de arquitectura más antiguo que se conserva, “De architectura libri decem”, escrito por el arquitecto Marco Lucio Vitruvio Polión, nacido en Verona en el siglo I a.C. Pese a que no se conserva ninguno de sus edificios, se sabe que viajó con las legiones de Julio César por la Galia y España construyendo máquinas de guerra. Las tesis de Vitruvio se hicieron muy comunes en los compendios elaborados a partir del siglo XV. Entre ellas, destaca su ya celebre triada de categorías: firmitas (solidez), utilitas (utilidad) y venustas (belleza). Así, todo edificio debía mantener un equilibrio entre los tres elementos sin sobrepasar ninguno al resto.

En otro capítulo de su tratado Vitruvio se atreve a intentar un análisis en el que propone entender la arquitectura como combinación de cuatro elementos: orden, definido como la relación de cada parte con su uso; disposición, de las partes de la obra; proporción, o la concordancia entre la obra y sus diferentes estancias; y distribución (oikonomía en griego), que desarrollaba como el mejor uso posible de los materiales y de los terrenos procurando el menor coste de un modo racional y ponderado.

Siempre he pensado que en mi carrera como entrenador me hubiera gustado dirigir al EQUIPO VITRUVIO. Un conjunto que habría colocado en el campo a sus jugadores según la disposición de un pentagrama (estrella de cinco puntas formada con las diagonales de un pentágono), un símbolo de los pitagóricos en el que la belleza (venustas) de la proporción áurea aparece en multitud de relaciones entre sus segmentos.


Sería un equipo sólido (firmitas) en defensa, de esos a los que es muy difícil meterles puntos. Jugaría con orden y movimientos sencillos, pero adecuados (utilitas) para que cada jugador desarrollara su creatividad en el campo. Todos tendrían su oportunidad en ataque, de forma que existiría una total proporción entre el juego interior y exterior. Como cada miembro conocería lo que debe hacer en cada momento, la distribución de los minutos de juego no se podría efectuar de otra manera que racional y ponderada. Jugadores y entrenadores estarían perfectamente compenetrados y absolutamente conectados (concordancia), por considerarse importantes y reconocidos. En fin, no hay más que reconocer los entrenadores tan grandes que hubieran sido Marco Vitruvio y Leonardo.