El plato frío de la venganza en la cena de Navidad


El 20 de febrero de 1921 fue la fecha elegida para inaugurar un tranvía eléctrico en Avilés. Casi toda la localidad estaba nerviosa, inquieta, por la novedad.
¿Casi? Probablemente dos personas no se encontraban con igual humor: el alcalde José Antonio Guardado Muñiz, y Marcelino Pravia, cabo de la policía municipal cesado de su cargo unos días antes. En esta ocasión no era el caso, pero en la España de la época cada vez que llegaba un nuevo gobierno, fuese moderado o progresista, conservador o liberal, colocaba a los suyos y dejaba en paro a los trabajadores del adversario: entrantes y cesantes. Marcelino Pravia había sido despedido por el alcalde Guardado por el nulo respeto que profesaba por la dedicación exclusiva que debía mantener como funcionario que era. Al parecer, Pravia compatibilizaba su empleo con otros negocios de almacenamiento, carga y descarga de mercancías, a los que se aplicaba con su uniforme de policía reglamentario. En estas se encontraba, y apercibido de sanción que ya estaba, cuando en plena faena le sorprendió el regidor municipal trabajando como mozo de cuerda en la estación de tren. Fue expulsado de inmediato, lo que le trajo un gran malestar y un enorme deseo de tomarse la justicia por su mano. Esa misma noche, la del 18 de febrero, todo Avilés conocía que Pravia buscaba al alcalde para darle un escarmiento, para citarlo para reñir y no de bueno a bueno. Sin embargo, enterado el señor Guardado no se sintió amenazado por lo que consideraba unas bravuconadas sin importancia. Tanto es así que marchó con su familia (mujer, hijo y dos sobrinos) al teatro. Mas, al finalizar la obra y de regreso a su domicilio, Marcelino Pravia, uniformado y amenazante, les salió al paso. Fuera de sí, pidió explicaciones de su obligada licencia y, pese a que intentaron calmarle, desenfundó su Browning 1900. Era una pistola con 7 cartuchos en la recámara, muy fiable y utilizada por gran cantidad de policías europeas. El ya expolicía solo necesitó 3 disparos a quemarropa para demostrar su desastrosa puntería. El alcalde logró esquivar los dos primeros, pero el tercero le alcanzó y la bala fue a alojarse en el maxilar inferior izquierdo, la parte más dura del rostro. Unos milímetros de fortuna salvaron la vida del señor Guardado. Aprovechando la confusión creada, Marcelino Pravia se dio a la fuga, mientras el alcalde recibía los primeros auxilios. Quienes vieron a un uniformado correr tan desaforadamente pensaron que se trataba de un perseguidor y no un perseguido. Don José Guardado tardó en recurarse lo mismo que la Guardia Civil atrapar al prófugo vagando por montes gallegos, dos meses. 
Lo malo fue que el desquite del subordinado le impidió acudir a la inauguración del tranvía.


No puede venir más a colación la frase “la venganza es un plato que se sirve frío”. Y es que, molesto como está el presidente de la Federación Navarra de Baloncesto por mi artículo publicado en este blog titulado “El placer hecho presidente: de Julio César a Alonso recordando a Napoleón y Sai Baba”, ha decidido estas navidades olvidar mi condición de colaborador de la entidad que dirige y no invitarme a la cena de Navidad que ofrece a su junta directiva. Supongo que habrá tenido muy presente que el citado proverbio (la venganza es un plato que se sirve frío) proviene de “Las amistades peligrosas” (Les liaisons dangereuses), una novela del siglo XVIII escrita por el oficial francés y general del Ejército Pierre Choderlos de Laclos. Más tarde, en el año 1971, con el mismo título que la vengativa sentencia se rodó un espagueti western dirigido por el italiano Pasquale Squitieri. En mi anterior entrada en el blog criticaba (http://miguelbenzu.blogspot.com.es/2012/11/el-placer-hecho-presidente-de-julio.html) un acto dual del que el máximo mandatario de la federación era protagonista. Parece que se tomó como un insulto el final de la frase “llegó al baloncesto como un Don Nadie”. Pero es verdad, cuando accedió a su puesto en el organigrama federativo ni había sido jugador de baloncesto, ni entrenador, ni directivo; no era nadie en el deporte de la canasta en Navarra. Por lo visto, leyó de corrido lo de “llegó al baloncesto” mientras se quedaba con lo de Don Nadie. No creo que al no desear mi presencia en la cena que organiza haya pretendido hacerme daño, sino simplemente demostrar que al presidente no se le anda con zarabandas, pero seguro que recuerda que las últimas temporadas no he acudido al ágape navideño federativo. Así que tal vez se ha retratado mientras que el supuesto escarmiento no me causa problema alguno.

Aunque con roles cambiados, ya que él es el importante y yo el Don Nadie (ahora soy yo el que no está en el baloncesto activo), ya que él es el presidente y yo un colaborador, acabo con un texto del capítulo 21 del Quijote. Es un consejo que el caballero andante dio a su fiel amigo y escudero, Sancho Panza: “Mal cristiano eres, Sancho, porque nunca olvidas la injuria que una vez te han hecho; pues sábete que es de pechos nobles y generosos no hacer caso de niñerías. ¿Qué pie sacaste cojo, qué costilla quebrada, qué cabeza rota, para que no se te olvide aquella burla? Que, bien apurada la cosa, burla fue y pasatiempo; que, a no entenderlo yo ansí, ya yo hubiera vuelto allá hubiera hecho en tu venganza más daño que el hicieron los griegos por la robada Elena”.