Garde, San Bonifacio y el pino de Navidad


Puede ser un mito hecho historia o una historia hecha mito, pero parece que los primeros pinos de Navidad se colocaron en Alemania.
Allí se encontraban en una ocasión algunos paganos adorando al dios Odín, al que se representaba a través de una encina. En ello estaban cuando apareció San Bonifacio y de un hachazo derribó aquél árbol hereje ante el estupor de quienes lo estaban venerando. Una vez abatido en su lugar plantó un pino que adornó con manzanas y velas. El pino, con hojas perennes y verdes, recuerda la vida que no muere frente a la caducidad de la encina. Las manzanas evocaban las tentaciones, el pecado original, y los excesos de los hombres. Las velas representaban a Cristo, a la luz del mundo, y a la gracia que reciben los hombres que aceptan a Jesús como salvador. A partir de entonces San Bonifacio, que es el patrón de Alemania (y también de los cerveceros), es representado junto a una encina con un hacha en la mano.
El primer pino de Navidad del que hay constancia se colocó en el año 1539 en la catedral de Estrasburgo. A partir del siglo XVII su uso como adorno navideño se generalizó por toda Europa y, más  tarde, por todo el mundo. Inicialmente se adornaba con velas, manzanas, nueces, y bolas de papel, que han derivado en los múltiples motivos decorativos que hoy conocemos.

San Bonifacio nació en el año 680 en la ciudad inglesa de Wessex, hoy Crediton, uno de los siete reinos (heptarquía) que precedieron al de Inglaterra. Su verdadero nombre era Winfrido y desde muy niño manifestó su vocación religiosa, hasta ingresar como benedictino y ser ordenado en el 716. Dos años más tarde viajó a Roma para solicitar del Papa Gregorio II autorización para misionar en centroeuropa. El Sumo Pontífice le escuchó complacido y, en el momento de otorgarle la bendición le dijo "soldado de Cristo, te llamarás Bonifacio", que significa bienhechor. En el 719 llegó a Alemania para evangelizar predicando la doctrina cristiana y enfrentándose a las creencias paganas que entonces se practicaban en el país germano. 
El papa Gregorio III le nombró obispo y después arzobispo de Mainz, probablemente en el 746. Finalmente, viendo que Alemania se le quedaba pequeña, y que su edad era ya muy avanzada, pasó a predicar a Holanda. Y fue precisamente en ese país cuando, después de haber bautizado a miles de personas, y estando preparando la festividad de Pentecostés, fue asesinado junto a otros 52 discípulos suyos en la localidad de Dokkum. San Bonifacio se encontraba estudiando cuando escuchó un rumor de gente que se acercaba. Salió de la tienda en que se hallaba creyendo que serían unos recién convertidos, pero lo que vio fue una turba con evidente intención de matarle. Uno de los malhechores se arrojó sobre el anciano arzobispo que, maquinalmente, levantó la Biblia que estaba leyendo para protegerse. La espada partió el libro y la cabeza del misionero. Era el 5 de junio del año 754. La leyenda dice que su cuerpo fue inicialmente enterrado en la localidad alemana de Mainz, de donde posteriormente fue trasladado a Fulda, para darle una sepultura definitiva en un monasterio que había fundado el propio San Bonifacio en el 744. Y es allí donde lo veneran los germanos.

Pero, ¿se puede afirmar que el cuerpo que se adora en Fulda es el del verdadero patrón de Alemania, San Bonifacio? Resulta que en la iglesia parroquial de Santiago, en la navarra villa roncalesa de Garde, existe en uno de los retablos laterales una vitrina con un cuerpo momificado ataviado con unas soberbias prendas de vestir de tonos dorados. Mientras sostiene un cáliz y una espada, presenta su codo acomodado sobre un cojín y está tocado con una corona de flores y la aureola de la santidad. La tradición oral indica que se trata del cuerpo de San Bonifacio. Para solucionar esta doble ubicación hay que resaltar que la reliquia gardacha está respaldada, además, por un certificado de autenticidad emitido en Roma que acredita que realmente es San Bonifacio. No es esta la única pista a favor de la reliquia de Garde. Conviene recordar que San Bonifacio fue obispo de Mainz, donde inicialmente fue enterrado, y resulta que el nombre de una localidad alemana como Mainz es uno de los apellidos roncaleses más antiguos que se conocen.

 Detrás de la presencia del cuerpo de San Bonifacio en Garde existe una curiosa historia de la que fueron protagonistas los hermanos y vecinos de la localidad Felipe y Pascual Atocha Maisterra con su ajetreada vida durante la mitad del siglo XVII. Tenían su propia flota de barcos, y con dos de ellos, el San Joaquín y el San Juan Bautista, emprendieron un viaje a las Indias en el que sufrieron un serio percance al ser abordados por piratas. Dicen que ante la inminencia de su muerte se encomendaron a la Virgen de Zuberoa, patrona de Garde, logrando darle vuelta a la situación. 
No solo vencieron a los piratas sino que les arrebataron todos los tesoros que llevaban. Con ese botín, que debía ser muy cuantioso, hicieron tres cosas: arreglar la ermita de la Virgen de Zuberoa, crear una capellanía que permitiese asistir económicamente a todos los niños del valle del Roncal que no tuviesen dinero para pagarse sus estudios, y traer desde Roma numerosas antigüedades sacras. Muy importantes en su tiempo, entre las reliquias se encontraban cuatro cuerpos momificados de santos, uno de ellos el de San Bonifacio, todos con su correspondiente certificado de autenticidad.

 En estos momentos de crisis, si se llegara a demostrar que el verdadero San Bonifacio es el que está en Garde, sería un buen negocio montar una cervecería en la localidad. Pudiera darse el caso de que los cerveceros de todo  el mundo tuviesen en este rincón del Pirineo a su patrón, por lo que se podría llenar el Valle del Roncal de germanos coloradotes y barrigones tragadores de birra. Igual hasta la Merkel se decidía por visitar nuestra comunidad y nos ayudaba a salir del atolladero en que nos encontramos.


Con mis mejores deseos para estas fiestas de Navidad que se acercan y que san Bonifacio, siempre al lado del primer pino navideño, nos ayude a colmar en el año 2013 todas las expectativas personales y profesionales. Feliz Navidad.


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