Por Javier Lacasia.
Allá por la década de los 70 existía una PUERTA en el frontón pequeño, debajo de las escaleras que daba paso a un cuarto (por llamarlo de alguna forma) donde el Hno.Félix y su llave guardaban con gran recelo los balones de Baloncesto.
Si usted piensa que puede triunfar, puede hacerlo: aquel 18 de febrero de 1984
18 de febrero de 1984 a media tarde, cuando los grandes maestros trajinan sus mejores faenas. Allí estábamos, en el coso del Club Natación lleno hasta la bandera, para enfrentarnos a los toros bravos de una ganadería, San Fermín Ikastola, que se presentaba como absolutamente favorita. Era la final del Campeonato Navarro de Baloncesto en categoría Juvenil Masculina.
La deditio, o el respeto al equipo derrotado
En algunos momentos de su
historia, los mandatarios del Imperio Romano decidían si tendían la mano al
enemigo derrotado o lo destruían. Por medio de lo que denominaban deditio
(dedición), podían acoger o no al grupo sometido integrándolo en su propia
potencia. Si esto ocurría, no imponían condiciones denigrantes en la
capitulación del enemigo, sino que intentaban establecer una relación de
relativa igualdad entre vencedor y vencido. En otros casos dictaminaban lo contrario,
acabando con todo lo que consideraba que le amenazaba.
Bet din, que no significa Bendito
Tal y como estableció Moisés, y todavía funciona entre los hebreos, son las Cortes de la Ley de la Torá (1), con sus tres tribunales bien diferenciados, las que escuchan los casos que se plantean cuando alguien comete un delito.
“Establecerás jueces y escribas para tus tribus en cada una
de las ciudades que Yahveh te da;
ellos juzgarán al pueblo con juicios justos”.
Deuteronomio 16:18.
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