Directivos, trabajo en equipo

Transcurría el siglo III a.C. cuando el emperador Kao Tsu, llamado Liu Pang (202-195 a.C.), consolidó por primera vez a China como un imperio unificado. Celebró su victoria contra Hsiang Yü y la instauración de la dinastía Han con un gran banquete al que invitó a importantes oficiales de su gobierno, líderes militares, poetas y profesores, incluyendo a un tal Chen Cen, el maestro que le había guiado durante la batalla.
Los discípulos de Chen Cen estaban impresionados por la grandeza de los actos pero desconcertados por una cuestión que no entendían. En su opinión Liu Pang, que no tenía una cuna noble o los conocimientos de sus adjuntos, por lo que no encajaba entre los ilustres mandos y asesores que le acompañaban en la mesa. Al general Xiao He nadie superaba en logística militar, el táctico Han Xin contaba sus combates por victorias, y el astuto diplomático Chang Yang estaba especialmente dotado para formar alianzas antes de luchar. Ante la extrañeza de sus alumnos  Chen Cen les preguntó qué determinaba la fuerza de una rueda, a lo que el más adelantado rápidamente respondió: ¿No es la robustez de los radios? Entonces, dijo el maestro, ¿cómo es que dos ruedas construidas con idénticos radios difieren en su fortaleza? Ved más allá de lo evidente y tener presente que una rueda está hecha por los radios, pero también por el espacio entre los radios y de la armonía entre ellos. Unos radios fuertes mal colocados producen una mala rueda. La esencia de la construcción de las ruedas reside en la habilidad para concebir el espacio que equilibra los radios. Otro discípulo preguntó entonces ¿cómo se puede asegurar la armonía entre los radios? Chen Cen les pidió que pensasen en que la luz del Sol alimenta y vitaliza los árboles y las flores. Y al final estos crecen en dirección al propio Sol. Esto ocurrió con el emperador Kao Tsu, Liu Pang. Después de colocar a individuos en posiciones en las que desarrollaban plenamente su potencial, aseguró la armonía entre ellos dándoles a todos crédito por sus logros. De esta manera, así como los árboles crecen hacia lo que les da la vida, el Sol, los individuos seguían a Liu Pang con devoción.


Viene esto a cuento por la enorme dificultad que existe en nuestro baloncesto de encontrar directivos que trabajen en equipo. Normalmente el problema viene desde el Presidente, que habitualmente no está preparado para ejercer de líder de un grupo. Es muy usual que tome las decisiones sin consultar con sus colaboradores para, después, hacerles partícipes de geniales ocurrencias (algunos se atreven a denominarlas ideas) procurando que todos estén de acuerdo. Cuando llega este momento, la mayoría de los miembros de la junta bajan la cabeza y callan. Pero los que tienen un poco de interés se revelan contra su jefe y tienen la maldita costumbre de llevarle la contraria. Mas, ¿cómo acaba el tema? El Presidente mantiene su luminosa disposición sin llegar tan siquiera a una votación y los asesores que deseaban ser tenidos en cuenta dimiten por sentirse absolutamente ninguneados.

Todo presidente, como líder de un equipo, debe rodearse de los mejores consejeros y colaboradores. La opinión de unos y el trabajo de otros siempre deben ser valorados. Nadie puede crear un equipo exitoso solo, no importa el talento que posea. La dirección de arriba a abajo y el poco respeto hacia las aportaciones del resto no es una vía efectiva para estimular la creatividad. Todo lo contrario, es necesario cultivar las habilidades de todos con el fin de conseguir que sientan que tienen un puesto en la mesa. Así ocurrió con Xiao He, con Han Xin y con Chang Yang, artífices del triunfo del emperador Liu Pang, a los que conquistó como lo hace un buen presidente, con el corazón y a través de la inclusión y la participación.

Por cierto, hasta Michael Jordan sabe de lo que es el trabajo en equipo, ya que en su libro ‘Mi filosofía del triunfo’ (página 29) comenta que “¿De qué sirve un gran ejecutivo con ideas brillantes si no cuenta con las personas que han de convertirlas en realidad? Si usted no pone a cada pieza en su lugar, particularmente en las bases, de nada sirve la idea. Puede tener los mejores vendedores del mundo, pero si los obreros que manufacturan el producto no son buenos, nadie lo comprará”. Así sea.