Huellas en la cancha

Parábola del Entranador de Baloncesto

Era un día soleado de finales de Mayo. El viejo entrenador disfrutaba, nostálgico, sus pasadas glorias caminando por uno de los parques de su ciudad. Los últimos entrenamientos de la temporada caían, uno tras otro, como una pesada losa en los cansados deportistas. Poco le importaba, hacía ya muchos años que había abandonado las pistas. Del Baloncesto sólo le quedaban un montón de buenos recuerdos.


Había pasado bastante tiempo desde que se topó con uno de sus “pupilos”, y sin embargo le parecía que fuera ayer, pues el aprecio que sentía por ellos era enorme. Sin embargo, aquel día era uno de esos que parecen predestinados a que algo importante ocurra. Y así fue. Minutos más tarde, como si de un regalo para su cercano cumpleaños se tratara, apareció uno de sus jugadores más apreciados.

En su juventud compartieron aficiones, gustos, inquietudes y, sobretodo, muchísimas horas entrenando. Sus vidas deportivas fueron bien parecidas. El entrenador nunca dejó su localidad para dirigir a equipos de gran categoría. Siempre decía que lo suyo era enseñar baloncesto a los jóvenes, que resultaba más agradecido. Al menos eso comentaba, aunque lo más probable es que nunca hubiera tenido la oportunidad de dar el paso hacia la élite. El jugador, pese a intentarlo con ahínco, tampoco había destacado como gran figura.

Ahora que se volvían a encontrar, hablaron y hablaron…

- Entrenador, un día tuve un sueño en el que repasaba toda mi trayectoria. Veía como el primer día que llegué a la pista sólo la recorrían dos huellas. Se manifestaban firmes, bien marcadas, como de alguien que sabía lo que hacía. Eran tus huellas, coach. Poco a poco, otras pisadas hollaban el terreno de juego. Las dejaban mis zapatillas deportivas. Al principio eran casi imperceptibles, lo mismo que mis titubeantes pasos en el Baloncesto. Después, conforme iba progresando, las impresiones que dejaba eran cada vez más perceptibles. Al mismo tiempo me daba cuenta que tu camino y el mío iban siempre juntos, cercanos y en la misma dirección. Parecía como si fuésemos cogidos de la mano y, por ello, me sentía arropado y seguro, tanto en el terreno de juego como fuera. Sin embargo, en los momentos más difíciles de mi carrera el sueño se mostraba borroso y sólo se apreciaba una huella. Si te he de ser sincero, el tema llegó a molestarme mucho. ¿Qué pasó? Daba la impresión de que me dejaste ‘tirado’ cuando más te necesitaba.


- Recuerdo perfectamente tus ardientes deseos de mejorar y lo mal que lo pasabas cuando las cosas no te salían. Recuerdo lo mal que te sentaba que tomara alguna decisión que no te convencía… Sin embargo, pareces que no entiendes nada. La única pisada que veías en tu sueño cuando las circunstancias se volvían más complicadas era la mía. Resulta que cuando el itinerario que seguíamos se volvía más tortuoso, te recogía en mis brazos y te conducía llevándote sobre los hombros.

Adaptado de "PARÁBOLAS COMO DARDOS" (Manuel Sánchez Monge).