El accidente

Transcurrían las primeras horas de la noche del 30 de septiembre de 2003, cuando un BMW conducido por un individuo sin carnet y sin seguro, y que circulaba a más de 90 kilómetros por hora por una calle sevillana en la que estaba prohibido superar los 40, se saltaba un semáforo en rojo llevándose la vida de una persona que cruzaba por el paso de cebra.
El conductor del vehículo, famoso “bailaor”, se topó en el espejo retrovisor con la imagen de su víctima malherida. Lejos de parar y socorrerla, decidió pisar el acelerador hacia la huida. Sin embargo, un soplo salido del barrio donde reside su clan, puso a los agentes de policía tras su pista. Una vez localizado, el bailaor mintió repetidamente a los inspectores, que ya habían dado con su automóvil, aunque este negara que fuera de su propiedad. Más tarde, ante la imposibilidad de desvincularse del coche asesino, intentó que las culpas cayeran sobre el hermano menor de 15 años, apodado, para que cargara con el muerto. La blanda Ley del Menor sería benigna con él, pronto estaría en la calle, y al alcanzar la mayoría de edad borrarían su pasado delictivo. Ante la Policía, el hermano interpretó a la perfección el guión dictado, y asumió el papel de salvador familiar. Pero las investigaciones estaban bien encaminadas y demostraron que era el bailaor, el hermano mayor, quien conducía el vehículo en el momento del fatal siniestro.


Viene esto a cuento por la repetitiva conducta que don “Tarpeio” viene manteniendo como máximo dirigente de la institución que preside, y que es claramente comparable con la del bailaor: atropella, pero no quiere que nadie se entere. Aunque sin duda alguna con menor gravedad, la cuestión es que don “Tarpeio” no atropella una sola vez, sino que porfía y porfía. Y además, con gran habilidad, también ha encontrado un salvador: don “Economías”, un “hermano” al que culpar cuando no se atreve a dar la cara. Sin ánimo de ser exhaustivo, su interminable lista de “atropellos” se puede resumir en los siguientes:

1º) Dirige una institución cual dictadorcillo desfasado y anclado en otros tiempos.

2º) Engaña al realizar promesas que ni cumple, ni pensaba cumplir.

3º) Humilla al personal que le rodea, hasta el punto que casi toda persona que en un momento se muestra cercano a él, acaba huyendo de su presencia como alma que lleva el diablo.

4º) Se muestra como un despreciable racista cuando menosprecia o se burla de todo aquel que no alcanza su status social, de todo aquel que no utiliza traje y corbata, de todo aquel que tiene la tez algo más oscura que la suya por proceder o habitar otro país…

5º) No quiere reconocer el trabajo de los que le ayudan de manera totalmente desinteresada, salvo que se llame don “Economías”.

6º) No es responsable de sus actos y se comporta como un mentiroso convulsivo cuando trata de achacar, con muy mala fe, sus malas actuaciones a los que le rodean.

7º) Insulta, menosprecia, manda mensajes al móvil, etc, a los que no son de su opinión o a los que quieren seguir un camino distinto al que él marca.

8º) Se rodea de personas a las que llega a llamar, que no a considerar, amigos, y a las que utiliza para fastidiarles, pensando que lo propio es importunar a los amigos ya que los enemigos no se dejan.

¡Se podrían añadir tantos y tantos sucesos recientes!

Y es que no sólo se atropella con un automóvil de lujo, también abusando, avasallando, cometiendo tropelías o injusticias, insultando, alejándose de lo honrado, ultrajando, siendo arbitrario, agraviando, vejando… Mas, al final siempre triunfan los justos, e igual que el bailaor ha ingresado en prisión, don “Tarpeio” acabará por estropear su señorío feudal, SU (con mayúsculas) institución que preside y que no pienso nombrar.