Transcurría el año 181 a.C. cuando una antigua ciudad de la región de Caria en Asia Menor llamada Cnido, situada en la costa del mar Egeo en lo que actualmente es el suroeste de Turquía, veía nacer al historiador Agatharquides.
Seguidor de Aristóteles, Agatharquides desarrolló todo su trabajo en Egipto, durante los gobiernos de Ptolomeo IV Filométor y Ptolomeo VIII Evergetes. Entre sus obras destaca una monografía sobre los sucesores de Alejandro y cinco libros dedicados a la descripción del mar rojo. En otro de sus trabajos, Historia de Asia, relata como en la decadencia del Egipto faraónico el trabajo de los menores asumió rasgos crueles y violentos: “Niños todavía impúberes penetran por las galerías subterráneas hasta las cavidades de las rocas, recogiendo penosamente los fragmentos de mineral arrancados, y los llevan afuera, a la entrada de la galería”. Pero los niños trabajadores no sólo era un fenómeno que se diera en Egipto. En Babilonia, un documento llamado “las leyes de Eshnunna” fijaba que un trabajador libre recibiría una ración de 2 litros de cebada por día, y un poco menos recibirán las mujeres y niños. También en España, una estela de Baños de la Encina (Jaen), en plena zona productora de Sierra Morena, representa un niño minero con martillo y cesta.
Viene esto a cuento porque hoy en día es una práctica comúnmente aceptada que los jóvenes dediquen una buena parte de su tiempo al entrenamiento y a la actividad deportiva de cierto nivel. Así, no es extraordinario encontrar jugadores en edad escolar, no universitaria, con 4, 5 y 6 sesiones de entrenamiento más 1 ó 2 partidos. Resulta curioso que sus padres lo permitan, e incluso aplaudan. No parece congruente que la sociedad manifieste su rechazo al trabajo infantil, pero se permitan duros procesos físicos con largas, numerosas y tediosas sesiones de preparación.
Peor aún, estas prácticas sólo se justifican por el rendimiento, por el supuesto éxito deportivo que, en la mayoría de las ocasiones, nunca llega. Muchos clubes, y también las Federación Navarra de Baloncesto, organizan sesiones de entrenamiento extra a las que acostumbran a llamar “tecnificación” o algo similar. En ellas se trabajan los fundamentos que los jugadores deberían tener asimilados desde mucho antes, pero en las que no han sido adiestrados a su debido tiempo. La técnica individual está completamente olvidada en lo cotidiano del baloncesto navarro.
No nos comportemos como en los tiempos de Agatharquides, no enviemos a los jóvenes a las galerías subterráneas y los trabajos más pesados. Proporcionémosles unos entrenamientos adecuados en tiempo y calidad. Seamos unos entrenadores más creativos. Ellos lo agradecerán, ¡seguro!