¡Me lo traen sus padres!

Transcurría el año 1870 cuando una expedición arqueológica alemana encontraba en la ciudad griega de Olimpia un grupo escultórico llamado "Zeus raptando a Ganímedes". Trabajada en terracota, la obra data de los años 480-470 a.C. y probablemente sería una acrotera de un templo. Hoy en día se puede ver en el Museo Arqueológico de la localidad.



Ganímedes era un joven de la casa real de Troya, descendiente de Tros y Calírroe,  que se ocupaba de cuidar los rebaños de su padre en los alrededores de su residencia habitual. Al parecer, era el mortal más bello de todos los hombres que cubrían la faz de la tierra. Un día, al mirar desde su trono en lo alto del Olimpo, Zeus espió a Ganímedes que se encontraba con sus amigos refrescándose bajo la atenta mirada de sus tutores en los prados del monte Ida. Con una rápida sacudida, Zeus se convirtió en un águila y se dejó caer sobre el mundo de los humanos. Proyectando relámpagos en todas direcciones, la majestuosa rapaz se abalanzó y agarró al joven por sus talones. Una vez llegados a sus dominios, dobló sus alas para volver a recuperar su forma divina, nombrando a Ganímedes su copero. Abajo, en la Tierra, el corazón de Tros estaba lleno de amargo dolor, pues no sabía a dónde había llevado su hijo aquella tempestad divina. Lloró sin parar, tanto que el propio Zeus se conmovió por su dolor y como pago por su hijo le regaló una pareja de yeguas blancas inmortales. El corazón del padre se llenó de alegría y cabalgó con sus nuevos animales tan rápido como el viento.

Viene esto a cuento por el curioso trasiego de jugadores que cada año se produce en el baloncesto navarro entre el final de una temporada y el principio de la siguiente. La situación siempre es la misma: un club pierde de malas maneras a un jugador importante, se enoja mucho, pero no se atreve a cobrar los derechos de formación reglamentarios.

Igualmente se repiten una y otra vez las motivaciones para hacerse con el jugador del vecino. Por ejemplo, “en el club de origen del jugador se trabaja mal, los entrenadores no dan la talla y prefiero tenerlo yo para poder enseñarle”, o también “me lo traen los padres”. En el primer caso se trata de despreciar a los demás para crear un clima áspero en el que destaquen las miserias del vecino. Así, el jugador sentirá una necesidad de cambiar de aires. Sin embargo, los jugadores no crecen por generación espontánea. Es el club al que pertenecía el que lo ha formado como un talento que se convierte apetecible para los demás equipos. Al parecer no lo está haciendo tal mal, sino todo lo contrario. Creer que los jugadores de los otros clubes se hacen sin trabajar y los propios con mucha dedicación es, cuando menos, una chulería. Respecto al “me lo ha ofrecido el padre”, más de lo mismo. Casi ninguna familia piensa que es bueno para su hijo apartarlo de su entorno, de su ambiente escolar. Es allí donde convive con sus compañeros que, en muchos casos, son sus amigos. Conducirlo hacia un contexto distinto, en un centro educativo con diferente estilo, con otro carácter propio, incluso con otra forma de ver el deporte, no parece lo más apropiado. Además, todos los clubes conocen los reglamentos y saben que existen los derechos de formación. Por ello, si realmente un padre quiere que su hijo cambie de aires, es obligatorio avisarle de lo que puede pasar. Cuando no se hace de esta forma es el momento en el que surge el enfrentamiento y los malos modos: “es que no está contento, es que los compañeros lo tratan mal, es que no se trabaja, etc”.

Al igual que sucedió con Zeus y Ganímedes, hay clubes que expían a los demás y se apropian de lo que les gusta. El resto, como Tros, pierden lo que tienen y la mayoría de las veces no reciben ni tan siquiera una pareja de yeguas blancas, o una parte aunque sea ínfima, de los derechos de formación. Además, los primeros quieren hacer ver que los otros son los malos por cobrarles o pretender hacerlo.

La entidad que tiene necesidad de llevarse jugadores es porque no es capaz de formarlos, porque hace mal su trabajo. Además, en la mayoría de las ocasiones los trofeos que reciben tienen muy poco valor. Las copas son como las que levantó Gamínedes en las alturas, de pura sumisión a Zeus, pero no de triunfo. ¿Cuántos jugadores jóvenes que cambian de club alcanzan un nivel que les permita jugar en categorías nacionales?