El Narciso

Transcurría el año 43 a.C. cuando la ciudad italiana de Sulmona vio nacer a Publio Ovidio Nasón. Ovidio estudió leyes, aprendió el arte de la retórica y se instruyó en la cultura helénica de Atenas. Ejerció la política, pero pronto la abandonó para dedicarse por entero a la poesía. Su obra culmen fue “La Metamorfosis”, un perspicaz y extenso tratado mitológico.
En ella, los padres de Narciso, un niño de extraordinaria hermosura desde su nacimiento, consultan al adivino Tiresias acerca del porvenir de su hijo. La respuesta fue que “viviría hasta una edad avanzada si no llegaba a conocer su propia belleza”. Una tarde muy calurosa el joven Narciso salió a cazar. Agotada su reserva de agua, se acercó a un arroyo para beber. Al inclinarse vio en el reflejo su rostro por primera vez. Se sintió tan cautivado por su propia figura que, con los ojos fijos en la imagen que el agua le devolvía,  que se dejó morir. En el lugar brotó una nueva flor a la que se le dio su nombre: Narciso. Desde entonces se llama Narcisista a aquel que contempla con excesiva complacencia sus propias facultades u obras. Es la NO reflexión: “El niño tendrá larga vida si nunca se observa a sí mismo”.


Viene esto a cuento por la realidad que vive el Baloncesto en Navarra. Al igual que Don Narciso y los Narcisistas, tenemos un patrón que nos hacer ver nuestro deporte de manera sobrevalorada, con una inagotable sed de admiración y adulación que nos incapacita para reflexionar. Vivimos más preocupados por las actuaciones, en cuanto a teatralidad, que por la eficacia y utilidad de las mismas. Narciso manifiesta una forma de ser que, aún poseyendo una aguda inteligencia, está cegada por la visión grandiosa y, por supuesto, desmedida de la realidad. El Baloncesto navarro muestra una gran fachada y, en muchos casos, mínimo rigor, poca dedicación y nulo trabajo. Sin embargo, la realidad siempre puede ser otra. El escritor Michael Ende, autor de La historia interminable, decía “yo siempre percibí que aquellos que los otros llaman realidad no es sino una regla del juego y, como tal, puede cambiar”. Reflexionemos y modifiquemos.

Sí, ahora que ya estamos en el siglo XXI, debemos hacer realidad aquellas promesas de cambio que siempre pensamos en Nochevieja y hacer una reflexión para que en los próximos cursos de entrenador se supere la docena inscritos, para que nos reunamos más a hablar de baloncesto, para que utilicemos más a menudo la biblioteca de la Federación, para que veamos partidos de otros equipos del entorno, para que de vez en cuando nos escapemos a un clinic, para que no sacrifiquemos la progresión de un jugador por un resultado, etc. Todo ello nos permitirá, al contrario que a Don Narciso, recapacitar y así, tal vez los jugadores navarros aprenderán técnica individual y serán más competitivos gracias a nuestro trabajo.

Igual que el personaje de Ovidio, es posible que alguno, o muchos, nos veamos  aquí reflejados. Pero no nos pasará como a él. Meditemos para no caer tan jóvenes como Narciso y hacer que el baloncesto navarro tenga un longevo futuro.

Grabado de Honore Daumier (1938)