Tarpeia, la roca de los traidores

Transcurría el año 753 a.C. cuando, según la leyenda, Rómulo y Remo fundaron la ciudad de Roma. Con sus instituciones, su orden social, sus ejércitos, etc, sólo le faltaban las mujeres, ya que la población estaba enteramente formada por fogosos guerreros, solterones y aguerridos.
El tema se convirtió en un problema de estado, ya que sin hembras no habría hijos, y sin hijos no habría relevo demográfico, y sin relevo demográfico, Roma estaba condenada a su inmediata desaparición. Para poner fin a la situación, Rómulo ideó un ardid con el que conseguirlas. Y es que organizó unas pruebas deportivas en honor a Neptuno a las que invitó a los pueblos vecinos. Entre los que acudieron, los sabinos, procedentes de la Italia central, fueron especialmente voluntariosos, ya que llegaron a la Ciudad Eterna con sus esposas e hijas, y precedidos de su rey Tito Tacio. Comenzado el espectáculo, y tras una señal convenida, cada romano raptó a una mujer “sabina” para, a continuación, expulsar a los hombres por la fuerza de las armas.


Los sabinos, enojados por el doble ultraje, el engaño y el secuestro de sus mujeres, atacaron a los romanos, consiguiéndolos arrinconar en el Capitolio merced a la traición de Tarpeia, una doncella consagrada en el templo de las vestales. Esta era hija de Tarpeio, el general al que Rómulo había confiado la defensa del Capitolio. Enamorada de Tito Tacio, rey sabino, fue convencida para abrir las puertas de la ciudad a cambio de lo que los asaltantes llevaran en las manos. Tarpeia, pensando que éstos le obsequiarían con sus brazaletes de oro, facilitó la ocupación de Roma sólo para ser aplastada por los escudos de las hordas enemigas. Después de todo fueron sinceros, ya que le entregaron lo que tenían en sus manos. Terminada la revuelta, su cadáver fue encontrado y tal era el rencor de los Romanos hacia su traidora sacerdotisa, que la arrojaron desde la roca más alta de Roma. Esta roca tomaría su nombre y pasaría a la historia como el lugar de castigo para todo traidor.

Viene a cuento esta historia de traiciones por las actuaciones que don “Tarpeio” ha mantenido en el año en que le he acompañado como directivo de la institución que preside. Y es que traidor es aquella persona que tiene un comportamiento distinto del que se espera de ella. Traidor es ese tipo que dice ser tu amigo pero que te la juega mil veces. Traidor es ese que se aprovecha de los compañeros de trabajo. Traidor es el sujeto que utiliza a los demás para su propio beneficio. Traidor es el que vive del compromiso de otros sin reconocérselo ni mucho menos agradecérselo. Traidor es el que ofrece 1000 y entrega 400. Traidor es el individuo que pide unidad y es el primero que la rompe. Traidor es aquel critica pero sin atreverse a dar la cara…

El traidor es taimado, huidizo, oscuro, ruin, desleal, infiel, ingrato, intrigante y conspirador, artero, avieso… toda una serie de “valores” que fácilmente se reconocen en don “Tarpeio”. No obstante, tal y como indica el profesor Milton Fine en uno de los capítulos de Smallville, debería tener presente que “si hay una cosa que la historia enseña es que incluso los hombres más poderosos pueden ser traicionados por aquellos en quien más confían. La razón de que la traición sea un tema predominante es bastante simple: la hipocresía es parte de la naturaleza humana”.

No obstante, bien sabe don “Tarpeio” que a los que actúan como él casi nunca les sale bien la jugada. Puede tomar nota de lo que le pasó a Tarpeia, aplastada por los escudos sabinos. O, también, a Áudax, Ditalco y Minuro, aquellos que vendieron a Viriato y a los que Marco Pompilio ejecutó tras declarar que “Roma no paga a traidores”.

Nota: Es evidente que don “Tarpeio” es un nombre ficticio, pero detrás de él hay una persona real que así ha actuado.